Textos sobre Economía Ambiental

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Qué es Economía ambiental? (Subgerencia Cultural del Banco de la República. (2015). Economía ambiental. Recuperado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/ayudadetareas/economia/economia_ambiental)
Es una rama especializada de la economía, dedicada al estudio de los problemas ambientales desde el punto de vista económico. A través de la economía ambiental se buscan soluciones de tipo económico al problema de incompatibilidad entre los usos privados y los usos sociales que se les da a los recursos naturales.
La economía ambiental propone un conjunto de instrumentos económicos, llamados “incentivos económicos”, que tienen como objetivo principal modificar las variables económicas reales con la idea de que el individuo se comporte de la mejor manera posible, disminuyendo los niveles de contaminación producidos y, por consiguiente, reduciendo los problemas de degradación de los ambientes naturales.
Otro función de la economía ambiental es la de proponer una serie de metodologías específicas para la estimación del valor económico de los daños ambientales producidos por la contaminación; esto con el objetivo de encontrar los valores de la compensación necesaria para eliminar los efectos de las externalidades [1] ambientales.
Todo esto se complementa con el estudio de la relación de los equilibrios o desequilibrios (lo que en inglés se conoce como trade off  [2] ) existentes entre la conservación de los recursos naturales y ambientales de un país y las actividades económicas necesarias para el impulso de su crecimiento económico, con miras a la maximización del bienestar económico de la sociedad de las generaciones actuales y futuras.
La economía ambiental  es el estudio  de la conservación de los recursos naturales. Aplica instrumentos analíticos a las decisiones económicas que repercuten en el medio ambiente, considerando este como un proveedor de recursos ecológicos , naturales, de servicios recreativos, etc. Surge para plantear vías favorables que deriven a la optimización de la explotación de los recursos naturales que son escasos pero con diversos usos por los cuales hay que optar.

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Economía ambiental : análisis sobre la escasez.
 A través de esta rama de la economía, se propone un conjunto de instrumentos económicos (incentivos económicos), cuyo análisis se centra en la escasez de los “bienes ambientales”, donde son valorados según su abundancia.  De tal manera , los bienes escasos son considerados bienes económicos, mientras que los abundantes, no son económicos (por no poseer precio).
Muchos de los recursos naturales vienen adquiriendo el estatus de bien económico, como es el caso de algunas fuentes de energía no renovables y el agua, que comienzan a escasear y tienden a agotarse. Cuando el medio ambiente pasa a tener las características de un bien económico, se pude decir que pasa a tener precio y/o derecho de propiedad.
La valoración del medio ambiente se realiza en términos cuantitativos, en función de los costes y beneficios monetarios.
La importancia de la Economía ambiental y posibles acciones para la protección ambiental:
La importancia de la economía ambiental se resume  en 3 puntos:
Optimización en la explotación de recursos.
Optimización de medios de gestión ambiental.
Optimización de instrumentos para lograr el desarrollo sustentable.
Posibles acciones para proteger el medioambiente:
Establecer pautas para evaluar las políticas ambientales.
Análisis costes-beneficios de nuevos proyectos a largo plazo.
Creación de nuevas normas jurídicas para la protección del medioambiente.
Creación de nuevas figuras impositivas para aquellos productores que contaminan.
Una buena gestión de los recursos naturales se facilita si se cuenta con una valoración económica de los mismos, en muchos casos difícil de cuantificar pues algunos recursos naturales no tienen establecido un precio de mercado.
Hablar de un buen estado de la economía es referirse de lo eficiente que se está siendo con los recursos disponibles, la economía abarca todas las áreas del quehacer humano porque trata de obtener el máximo resultado en todo lo que hacemos.
En definitiva, la Economía Ambiental es el estudio de los problemas ambientales utilizando las herramientas y la visión de la economía, normalizando las relaciones entre el sistema de producción-consumo y el ecosistema de manera que el primero pueda seguir utilizando los bienes y servicios que proporciona el segundo, generación tras generación.
En los tiempos modernos donde la globalización gana los titulares de los medios de comunicación, parece mostrarnos una aparente falta de interés hacia la conservación del medio ambiente, pero en realidad no es así, una verdadera integración económica debe ir a la par de la implementación de medidas regulatorias que no coarten la actividad económica y que contribuyan a un desarrollo sustentable, además de una gestión ambiental en donde se vea implicada la ciudadanía, no como grupo de presión, sino como personas partícipes al tomar decisiones con consecuencias ambientales.
Es precisamente en este esquema general donde la economía ambiental surge para buscar o por lo menos plantear vías favorables que conlleven a la optimización en la explotación de recursos naturales, cuyas reservas son escasas pero con usos diversos por los cuales hay que optar.
La economía ambiental abarca el estudio de los problemas ambientales empleando la visión y las herramientas de la economía. Actualmente, existe un concepto erróneo de Economía, ya que lo primero que se piensa es que su campo de estudio es en su totalidad sobre decisiones de negocios y cómo obtener rendimientos en el modo de producción capitalista. Pero la Economía se enfoca sobre las decisiones que realizan actores económicos sobre el uso de recursos escasos.

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UNA PERSPECTIVA ECONÓMICA
A partir de la tercera división del trabajo en la comunidad primitiva, se logra iniciar una evaluación del impacto del hombre sobre su medio ambiente, desde la perspectiva de un desarrollo económico cuya finalidad es la de buscar calidad de vida y satisfacer necesidades. Pero para alcanzar estos objetivos el ser humano causa la destrucción de su ambiente; pero sólo en los tiempos modernos se ha iniciado un rescate oportuno en la salvaguarda de los recursos naturales.
Pero una primera idea que se debería autocuestionar es ¿por qué causar el deterioro del medio ambiente?, para responder se puede hacer alusión a diversas causas, la más común, sería por una falta de respeto implícita en la cultura de la sociedad, la carencia de ética, o el simple posicionamiento de “no hacer nada”. El cuidado de los recursos naturales no requiere de una actitud pasiva, sino de un trabajo activo e inmediato, por medios que realmente propongan soluciones y no agraven la condición actual.
Las mejores propuestas para alcanzar la protección y preservación del medio, es en la concientización de las personas en sus ámbitos de consumo, y de la responsabilidad inherente de las instituciones privadas y públicas a crear incentivos que conduzcan a los consumidores a tomar decisiones en una dirección determinada.
Las empresas deben implementar medidas estratégicas que evalúen los efectos sociales, tecnológico – culturales, económicos y ecológicos, que permitan crear una cultura ambiental, y olvidarse de ganancias que se obtengan a expensas del medio ambiente. Así como los grandes corporativos establecen un costo social, deberían comenzar a considerar un costo ambiental, en donde las actividades sean en pro del medio ambiente e inclusive complementarias.
Por otro lado, no sólo las empresas son fuente de contaminación, los consumidores individuales contribuyen a esta problemática de una manera potencial, un ciudadano no cuenta con un registro contable que le permita conocer la utilidad o pérdida que le ocasiona contaminar, pero sí conoce las consecuencias de hacerlo.
Cualquier estructura económica producirá un impacto ambiental destructivo si los incentivos no están encaminados a evitarlo. El incentivo es una ganancia adicional que influye sobre el comportamiento de las personas, por ejemplo una persona que esta acostumbrada a tirar desechos de aluminio a la calle, de pronto se da cuenta que le resulta más rentable juntarla y venderla para su reciclaje. Otros aspectos que influyen en el comportamiento de las personas son los factores psicológicos como la autoestima o la satisfacción de haber realizado una acción positiva.
Pero un incentivo económico tiene implicaciones más sobresalientes, ya que éstos representan problemas microeconómicos y macroeconómicos. En el primer caso tiene que ver con el comportamiento de los individuos o microempresas, firmas contaminadoras y firmas reguladoras de impacto ambiental. En el caso macroeconómico se refiere a las reformas estructurales reflejadas en un desarrollo del país visto como un todo. Estos dos aspectos resultan de vital importancia para poder emitir políticas ambientales coherentes con la coyuntura económica.

Otro aspecto que ha cobrado importancia en el campo de la economía ambiental es la correlación de los impactos del crecimiento económico en la calidad ambiental, esta problemática tiene infiltraciones serias en el comportamiento de los consumidores y en la planeación económica familiar. Uno de los principales foros donde se evalúan estos temas de manera crítica y objetiva es en la Organización de las Naciones Unidas, tanto por los países desarrollados como por los subdesarrollados dependientes y atrasados.

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¿CALIDAD DE VIDA VS. CALIDAD AMBIENTAL?
No podemos hablar de un verdadero desarrollo económico si primero no revisamos las políticas en materia ambiental, la sociedad debe estar comprometida a buscar una representación democrática que exponga de manera clara las carencias que comparten y que comúnmente se agravan con el paso del tiempo.
La sociedad no aprueba medidas legislativas que solucionan parcialmente problemas de la realidad, no se puede hablar de calidad de vida, medida por un PIB per cápita, si no hablamos de medidas de impacto ambiental que buscan una mejor calidad ambiental, se debe entender que ambos objetivos no son rivales, sino complementarios.
Actualmente el papel del economista ha cobrado importancia en la resolución de controversias al aplicar métodos de análisis como el de riesgo, costo-beneficio y el de costo-efectividad.
 Análisis costo- efectividad : Éste es simplemente un análisis en el cual se observa la manera más económica de lograr un objetivo determinado de calidad ambiental o, expresándolo en términos equivalentes, de lograr el máximo mejoramiento de cierto objetivo ambiental para un gasto determinado de recursos.
 Análisis costo- beneficio : En este tipo de análisis, como su nombre lo indica, los beneficios de la acción propuesta se calculan y comparan con los costos totales que asumiría la sociedad si se llevara al cabo, dicha acción. Pero es relevante decir que los grupos ambientalistas se inclinan normalmente por los beneficios y los grupos de negocios se concentran usualmente en los costos.
 Análisis de riesgos : Los dos elementos esenciales en el análisis de riesgos consisten en identificar y cuantificar estos riesgos. La identificación depende, en gran medida, de la información disponible; por ejemplo, el costo real para emprender una determinada actividad. La evaluación depende de una combinación de las matemáticas con la valoración subjetiva del analista.
¿QUIÉN DEBE PAGAR?
Dentro de la problemática ambiental, surge uno de las mayores controversias, ¿quién debe pagar los costos por incrementar la calidad ambiental?. En un principio se pensaría el que tira la basura, debe recogerla; esto funcionaría si sólo hubiera dos personas en el mundo, pero la población se incrementa día a día, por lo que hay que buscar soluciones que abarquen a esta latente demanda. Pero la problemática no esta basada en la textualidad del cuestionamiento, sino en lo que no esta escrito, en primer lugar se debería apostar a prevenir en vez de solucionar, a ganar en vez de pagar.
Las empresas pueden considerar pasar el costo al precio del producto, o en la baja de salarios de sus empelados, o en traspasarlo a las utilidades de los accionistas, pero no se resolvería nada, se pagaría permanentemente lo que no se deja de destruir. Una planeación estratégica que incluya el cumplimiento a las leyes ambientales, a implementación de medidas correctoras, auditorías ambientales permanentes y a una evaluación de impacto ambiental adecuada, serían costos iniciales de una inversión cuyas utilidades no se verían mermadas.
Pero que sucede si el planteamiento es aún más complicado, y ponemos en visión las externalidades, definidos como costos o beneficios de una transacción económica que recaen sobre gente que no participa en la transacción, que son el resultado de la falta de derechos de propiedad. Es en 1960 cuando Ronald Coase , plantea lo que se conoce como el Teorema de Coase, es la proposición de que si los derechos de propiedad existen y si los costos de las transacciones son bajos, las transacciones privadas son eficientes. Esto aplica si los agentes que interviene son reducidos, pero que sucede en la realidad, no es posible que todo los ciudadanos de un país se pongan a negociar lo mejor sobre el Océano Pacífico.
Y es precisamente aquí donde el Estado puede intervenir mediante diversos mecanismos que permitan regularizar un comportamiento sobre algo que carece de derechos de propiedad, uno es los cargos por emisiones, permisos negociables (por medio de análisis de costo-beneficio) y los impuestos.

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GESTIÓN AMBIENTAL
Se entiende por Gestión ambiental al conjunto de acciones encaminadas a lograr la máxima racionalidad en el proceso de decisión relativo a la conservación, defensa, protección y mejora del Medio Ambiente, basándose en una información coordinada multidisciplinaria y en la participación de los ciudadanos siempre que sea posible. Mediante esta metodología en la toma de decisiones se da una nueva comprensión del hombre sobre la naturaleza, viéndose a sí mismo como responsable por la protección del medio ambiente. Esta nueva visión general debe estar encaminada hacia el desarrollo humano, pero con una calidad ambiental y lograr el equilibrio ecológico.
Los principales principios de la Gestión ambiental son:
 Regulación de la capacidad de absorción del medio a los impactos.
 Previsión y prevención de impactos ambientales.
 Ordenar la planificación territorial.
 Monitoreo de informes, de las condiciones ambientales.
Un aspecto adicional que debe estar contemplado dentro de la Gestión Ambiental, es la educación ambiental, si se cuenta con una concientización desde la edad temprana, se podrá prevenir muchos de los graves problemas ambientales que nos aquejan hoy en día.
Todas estas medidas e instrumentos tienen como único objetivo el Desarrollo sustentable, que se refiere al uso adecuado de los recursos que permita la satisfacción de necesidades básicas presentes de los habitantes, pero sin comprometer los recursos de generaciones futuras.
En este nuevo orden global es la planificación socio-económica de los recursos disponibles, la opción para resolver los problemas que avanzan por las necesidades sociales (desigualdad para alcanzar una calidad de vida por sobre los niveles de pobreza). Pues los problemas ambientales no están acotados a las fronteras de cada país y por esto, es crucial en la determinación del desarrollo o el atraso de una nación.
Por lo tanto, lo más relevante es encontrar INSTRUMENTOS ECONÓMICOS Y DE REGULACIÓN que permitan el uso eficiente y eficaz de los recursos en la producción y explotación; la incorporación de los COSTOS junto a estas medidas, ya que así se cumplirá con una función de PROTECCIÓN ante la indiferencia de aquellos que no tengan la intención de llegar a los niveles de exigencia fijados internacionalmente.

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COMERCIO Y MEDIO AMBIENTE EN EL MARCO INTERNACIONAL
Actualmente son diversos organismos internacionales los que preocupados por buscar un crecimiento económico con “calidad”, han estipulado dentro de sus reglamentos la creación de comisiones u organizaciones especiales en el campo ambiental, algunos de estos organismos son el GATT, la UNCTAD, el PNUMA y la OCDE.
 El GATT / WTO estableció el Comité sobre Comercio y Medio Ambiente.
 La UNCTAD busca la interacción entre las políticas de comercio y de medio ambiente, mediante consensos de sus países miembros.
 EL PNUMA se concentra en el derecho ambiental internacional, la economía ecológica y la información ambiental y científica.
 La OCDE establece principios y orientaciones (no obligatorias) que ayudan a los Estados miembros a integrar las políticas ambientales y económicas. Ha concebido el “principio del contaminador paga” y el “principio del usuario paga”.
La OMC próximo a realizar su reunión ministerial a partir del 10 al 14 de septiembre del 2003 en la Ciudad de Cancún, Quintana Roo, México. Estableció en 1995 un Comité de Comercio y Medio Ambiente, cuyo mandato figura en la Decisión de Ministerial de Marrakech. Pero es importante recalcar, que si bien lo que se busca es un desarrollo sustentable, éste no puede surgir con la finalidad de coartar las relaciones intersectoriales económicas, porque carecería de objetividad. Cómo es el caso de transferencia de tecnología poco contaminante de países desarrollados a subdesarrollados dependientes y atrasados.
El NAFTA es el primer tratado que incluyen un apartado amplio al tema del medio ambiente. Creando el Acuerdo Paralelo de Cooperación Ambiental (NAAEC).
Entre los aspectos que contempla se encuentran los siguientes criterios :
• Los países deben aplicar el acuerdo de manera compatible con la protección del medio ambiente e impulsar el desarrollo sustentable.
• El reconocimiento de los convenios ambientales internacionales en el contexto de los acuerdos comerciales.
• Ningún país puede reducir su nivel de protección ambiental con el fin de atraer inversiones.
• Un compromiso de los países de aplicar su legislación ambiental, y se contempla la posibilidad de imponer multas en caso de que una de las partes falle persistentemente.
• Actitud flexible hacia la armonización de estándares.
• Cooperación ambiental en técnicas y estrategias para prevenir la contaminación, métodos para cumplir y ejecutar las leyes, eco-etiquetado, auditorías ambientales, etc.
• Los países se comprometen a recurrir a mecanismos de solución establecidos en el Tratado para controversias relativas a acuerdos ambientales y de conservación.
• Un alto grado de involucramiento de expertos externos en la solución de conflictos.
El tema del medio ambiente no tiene un formalidad en el MERCOSUR debido a que posee un carácter comercial ; sin embargo, se han creado estancias como la Reunión Especializada de Medio Ambiente (REMA) para incorporar el tema ambiental a las mesas de discusión.
La Unión Europea posee una legislación ambiental interna del bloque muy avanzada. Además, los consumidores están altamente sensibilizados frente a la protección de la naturaleza y prefieren consumir productos amistosos con el medio ambiente. Es por ello que surgen terminologías como el método contingente para explicar la correlación de la demanda agregada con la calidad ambiental.
En APEC aparecen tratados en los temas asociados al medio ambiente que se relacionan con los recursos naturales de que dispone la región, con un mayor interés los recursos marinos propios de las economías miembros. 
Es por este ámbito general que es necesario tomar en consideración la preservación y la mitigación de impactos ambientales, teniendo una responsabilidad conjunta los diversos actores económicos para buscar alcanzar ese desarrollo sustentable.
El medio ambiente debe ser un tema de discusión y de acuerdos encaminados a una gestión ambiental acorde a la realidad económica, y no como una excusa para buscar implementar proteccionismos y actos comerciales contrarios a la cooperación internacional.
Debemos tener en consideración que es una tarea de todos y no de algunos la planeación y ejecución de programas ambientales, es por ello que la sociedad debe interesarse y participar en esta toma de decisiones que al final los involucran como consumidores.
Una política ambiental debe ser discutida a la brevedad posible en un foro internacional y continuar con los planes expuestos en la cumbre de Johannesburgo en Sudáfrica, sólo de esta manera los países desarrollados y subdesarrollados verán una convergencia en el tema ambiental.
La reflexión y el cambio en las conductas de la sociedad, por medio de una educación ambiental adecuada se vuelve necesaria e imprescindible para alcanzar los objetivos de una gestión ambiental.
Es hora de hacer algo... pero de hacerlo bien.

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A propósito de la Economía Ambiental La economía ambiental estudia habitualmente dos cuestiones: el problema de las externalidades y la asignación intergeneracional óptima de los recursos agotables. En relación con la primera cuestión, consideramos básica la lectura de Pigou, Coase y Mishan. Con respecto a la segunda cuestión nos parece imprescindible la lectura de Solow. Muchos economistas están de acuerdo en que Pigou y Coase, aunque no estaban interesados en cuestiones ambientales, sientan las bases conceptuales para la discusión sobre lo que más tarde se ha venido considerando como la economía ambiental. Dos son los textos de estos autores a través de los cuales se ha planteado una larga controversia sobre cómo resolver las externalidades –La Economía del Bienestar de Pigou (1920) y El Problema del Coste Social de Coase (1960)— de los que hay que decir, lamentablemente, que no parecen haber sido ni muy leídos ni, por lo tanto, demasiado bien interpretados. (Gallego Gredilla, 1974), (Aguilera, 1992), (De Serpa, 1993). En nuestra opinión, las coincidencias entre Pigou y Coase superan a las divergencias. En realidad, es Coase el que inició la polémica al señalar que las conclusiones derivadas del tratamiento de Pigou conducen a los economistas a tres opciones posibles cuyos resultados no parecen deseables. Estas tres opciones son: a) que la empresa que contamine responda por los perjuicios ocasionados, b) que la empresa pague un impuesto en función de los daños ocasionados y c) que se aparte a la fábrica de los distritos residenciales. Sin embargo, estas tres opciones se alejan bastante de la propuesta de Pigou, entre otras cosas porque el mismo Pigou ni siquiera las desarrolla, algo que incluso reconoce Coase. El principal problema consiste en la lectura tan parcial que se ha hecho de Pigou, centrando exclusivamente la crítica a este autor en la sugerencia según la cual una manera, pero no la única, de corregir las externalidades consiste en que cuando no existen relaciones contractuales entre el causante y los afectados por la externalidad, el Estado, si así lo desea, puede «impulsar o restringir de un modo extraordinario las inversiones en dichas actividades. Las formas más conocidas para impulsar y restringir las inversiones pueden revestir carácter de primas o impuestos» (Pigou, 1920, p.163). Queda implícito en lo dicho hasta ahora que para Pigou existe claramente un responsable y un perjudicado. El párrafo anterior es el que se ha utilizado por la mayoría de los libros de texto para clarificar a Pigou, de manera generalizada, como un claro intervensionista y para que se popularice la expresión «impuestos pigouvianos». De aquí a la formalización gráfica y analítica de esta idea –pero no a intentar comprenderla en el contexto en el que la presenta Pigou— sólo hay un paso y es el que ha seguido la mayoría de los economistas. Sin embargo, desconozco la razón por la cual parece no haberse señalado todavía que algunas páginas antes de sugerir la intervención estatal basada en primas e impuestos, el propio Pigou también indica cómo es posible alcanzar soluciones mediante la consecución de los «acuerdos voluntarios introducidos por los propios propietarios en los contratos anuales» (Pigou, 1920, 151). Desconocemos también la razón por la que a pesar de prestar Pigou más atención a los acuerdos voluntarios que a las primas e impuestos, no se le recuerda en los manuales como un decidido partidario de los acuerdos voluntarios.

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Sobre el problema de la valoración monetaria de los efectos ambientales
Una de las cuestiones actualmente más de moda, si atendemos a la literatura reciente
sobre el tema, es la de la valoración monetaria de los beneficios y costes ambientales.
Consecuencia lógica de los supuestos de los que parte la llamada economía ambiental, que
no son otros que los de la economía estándar, siendo aquella como es una extensión de ésta a
un nuevo campo de análisis. No es extraño, como veremos a continuación, que uno de los
temas centrales de la economía del medio ambiente sea, justamente, el problema de la
valoración.
La reducción del campo de lo económico, por parte de la economía neoclásica, al
universo de los objetos apropiados y valorados que se consideran productibles, plantea un
serio problema a la extensión de este paradigma a aquellos bienes que, frecuentemente,
tienen un valor de uso pero no de mercado, como es el caso de los bienes ambientales. De
ahí la supuesta necesidad de establecer criterios de valoración monetaria directos e
indirectos, para estos bienes, fuera del mercado real. Sin embargo, lo que en principio se
presenta como un problema sencillo de diseño y elección de las técnicas apropiadas de
valoración, que permitirían tomar decisiones «objetivas» en el marco de la gestión
económica, se convierte en un embarazoso asunto no exento de planteamientos subjetivos de
magnitud nada despreciable (Fischer, 1970, artículo traducido en este volumen).
La relevancia del debate en torno a la valoración monetaria del medio ambiente se
presenta de forma manifiesta en dos ámbitos consustanciales al análisis económico: el
análisis coste-beneficio (ACB) y el proceso de revisión de la contabilidad nacional, tanto en
lo que se refiere a la valoración del denominado capital natural como a la corrección del PIB
y/o el PNB como indicadores de bienestar social. Aunque aquí no nos vamos a ocupar de la
discusión en torno a la forma de contabilizar el valor del capital natural así como su
depreciación imputable al PIB, conviene notar que la oficina de estadística de la ONU, aún
prefiriendo la contabilización en dinero, no deja de proceder con cautela «frente a la
dificultad de la contabilidad física del patrimonio natural y a los riesgos de la valoración
monetaria poco fundada», sugiriendo la elaboración de cuadros contables separados (Bresso
M. 1993, p.145).
De la Economía Ambiental a la Economía Ecológica
El método del ACB, íntimamente ligado desde su nacimiento al análisis de proyectos
de inversión, ha sido utilizado con frecuencia, sobre todo en EE.UU., en el estudio de
determinadas actuaciones sobre el medio ambiente. En efecto, aunque los costes y beneficios
ambientales no son los únicos que presentan un problema de inclusión (por la dificultad de
traducción a términos monetarios al tratarse de elementos externos al mercado) en el análisis
de proyectos, el método ACB exige la traducción a términos monetarios de los mencionados
beneficios y costes, utilizando para ello técnicas de valoración monetaria «de no mercado»
de dudosa relevancia tanto empírica como conceptual (Eberle y Hayden, 1991, en este
mismo libro). No obstante, las dudas respecto al ACB como criterio de decisión económica
no se dan solamente en relación a las técnicas de valoración sino que afectan a las bases
conceptuales del método, como guía de las políticas medioambientales. La objeción más
relevante, en este sentido, es la planteada por Pearce (1975, en este volumen) al poner de
manifiesto que el vertido de residuos —medido en términos del impacto biológico
provocado por los mismos— siempre que sea superior a la capacidad de asimilación
existente imposibilita la eliminación de la contaminación con criterios económicos. «Esto se
debe a que, aplicando dichos criterios, siempre se aconseja que la emisión de residuos sea
superior a la capacidad de asimilación existente, por lo que la acumulación de residuos
continuaría aumentando, la capacidad de asimilación disminuiría continuamente en
proporción al aumento de residuos y al final nos encontraríamos en una situación en la que
sería imposible la actividad económica y en definitiva la vida» (Aguilera 1992 a, p.34). La
crítica de Pearce se centra en la validez conceptual del método en cuanto tal, y esto en dos
sentidos: 1) la irrelevancia del método, en tanto en cuanto en el caso de los contaminantes
con efectos acumulativos la contaminación sólo puede aumentar, nunca eliminarse, y en el
caso de emisiones inferiores a la capacidad de asimilación del medio ambiente, aún
pudiéndose aplicar, carece de sentido su aplicación; 2) en el supuesto de emisiones
contaminantes superiores a la capacidad asimilativa del ambiente esta técnica no parece la
más adecuada, debiendo dejar paso a otros criterios, médicos, epidemiológicos y biológicos
que definan las pautas adecuadas para fijar tanto los niveles de emisión como los de calidad
ambiental. El rechazo, desde este punto de vista, del método ACB, plantea serias dudas con
respecto a la utilidad de las decisiones de política económica basadas en este tipo de análisis,
toda vez que lo que se cuestiona son los fundamentos conceptuales del método. Una
conclusión a la que ya había llegado Pearce (1973), hoy firme partidario de la aplicación del
ACB a los problemas ambientales, al referirse a los resultados analíticos obtenidos en el
contexto de la teoría de las externalidades y a las recomendaciones de política económica
que de dichos análisis se desprenden.

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Economía Ecológica
La relación entre economía y ecología no es nueva. En realidad, la actividad
económica no puede existir sin el sustrato biofísico que la sostiene. El interés reciente de la
conciencia económica por las cuestiones ecológicas es la consecuencia lógica de la
separación del proceso productivo de su base natural a partir de la obra de Ricardo y Marx
(Naredo, 1987), que ha justificado una organización económica y unas decisiones de política
económica que amenazan hoy la misma supervivencia. De hecho, ocultas son las relaciones
entre ecología y ciencia económica (Martínez Alier, J., 1984; Martínez Alier, J. y
Schlüpmann, K., 1991).
Es cierto que a partir de la década de los sesenta algunos economistas comienzan a
ocuparse de modo sistemático de los impactos de las actividades económicas sobre los
ecosistemas, y que la «crisis del petróleo» despertó un interés inusitado por el estudio de los
aspectos energéticos de los procesos económicos. Sin embargo, inferir de ello que la
preocupación económica por los recursos naturales y el medio ambiente debe situarse en
fechas tan recientes, muestra no sólo un desconocimiento preocupante (o una visión
sesgada) de la Historia del pensamiento económico, sino hasta qué punto los economistas
nos hemos impregnado de la concepción crematística al uso del proceso económico. Es más,
sin esta lectura ecológica de la historia económica difícilmente se puede llegar a comprender
el interés por ir más allá de lo que, como señalábamos antes, se viene llamando economía
ambiental.
Aunque la crítica ecológica de la economía convencional comenzó hace más de cien
años y está representada actualmente, entre otros autores, por Georgescu-Roegen, Daly,
Kapp, etc. (Martínez Alier, J., en este mismo libro), en realidad la economía ecológica es
aún un proyecto de investigación. Por decirlo con palabras de Bresso, M.: «la economía
ecológica está todavía en sus inicios y estamos lejos de haber explorado todas las
consecuencias que este proyecto de autotransformación de la disciplina, que se ocupa con las
más variadas facetas de los problemas ambientales, tendrá sobre el cuerpo teórico de aquella
misma disciplina» (1993, p. 24). En este sentido, la economía ecológica tiene muy poco que
ver con la llamada economía ambiental. Mientras que esta última constituye más bien una
especialización de la economía neoclásica, basada de hecho en la yuxtaposición de
conceptos económicos y ecológicos, la economía ecológica se reclama el objetivo de un
enfoque «ecointegrador» cuyos fundamentos «afectarían al método, al instrumental e incluso
al propio estatuto de la economía, al sacarla del universo aislado de los valores de cambio en
el que hoy se desenvuelve para hacer de ella una disciplina obligadamente trasdisciplinar»
(Naredo, J.M., 1992, trabajo incluido en este libro).
Este planteamiento de Naredo continúa la orientación propuesta por Kapp (ver en este
libro el artículo de K.W. Kapp), cuando reclama un enfoque de sistema abierto para la
economía: «necesitamos de un nuevo enfoque que permita manejar las interrelaciones
dinámicas entre los sistemas económicos y el conjunto total de los sistemas físico y social y,
por cierto, todo el sistema compuesto de relaciones estructurales. Sería un engaño creer que
semejante concepción sistémica de la economía puede surgir o surgirá, de las formas
tradicionales de pensamiento analítico (...) Pensar en sistemas es inevitablemente complejo
(...) por su misma índole es multidimensional, multidisciplinario e integrativo».
Sería injusto atribuir única y exclusivamente a la línea de pensamiento que surge en el
campo de la economía ecológica el mérito de reclamar un enfoque sistémico para la
economía. El enfoque sistémico en economía hunde sus raíces en aquella visión
reproductiva de los procesos económicos de la que surge, precisamente, tanto la necesidad
de considerar el sustrato bio-físico de la actividad económica —la imposibilidad de obviarlo,
diríamos, como a menudo ocurre en la economía convencional— como la de verificar la
consistencia de los resultados obtenidos con las ciencias adyacentes, la ecología incluida
(ver a este respecto Barceló (1981) y Barceló y Ovejero (1985)). Como ha señalado el
mismo Barceló (1992; p. 83): «En última instancia, el mérito del enfoque reproductivo
radica, a nuestro entender, no en consideraciones apriorísticas, sino en el hecho físico e
histórico de que en el planeta Tierra la vida material de la especie humana se articula
mediante procesos de producción y reproducción de bienes y de relaciones de todo tipo, con
un marco natural sometido a ciclos periódicos. La estrecha compatibilidad del enfoque
reproductivo en economía y del enfoque ecosistémico en ecología son, en este sentido,
indicios estimables de corrección científica».

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Este artículo intenta definir los límites de la aplicación del análisis de coste-beneficio
a los problemas de la polución. El énfasis se pone en las limitaciones conceptuales, no en los
problemas prácticos. Cualquier persona familiarizada con las complejidades de la estimación
empírica de los precios sombra de los bienes ambientales indicaría seguramente que las
limitaciones prácticas superan a las conceptuales. En parte, las dificultades empíricas se
deben a una información limitada y a la novedad relativa que supone intentar evaluar, en
términos monetarios, bienes y «males» ambientales. Que los problemas planteados por esta
«novedad» en el arte de la valoración persistirán es discutible; existe una tendencia, quizás
apoyada más en la fe que en la experiencia, que supone que añadiendo investigación y
tiempo se resolverán muchas de las dificultades pendientes. Sin embargo, algunas de esas
dificultades se deben a un intento que no tiene justificación: se supone que, dado que la
mejora ambiental requiere el uso de «inputs» y dado que los bienes ambientales son objeto
de una intensidad de preferencias variable, la base conceptual del análisis coste-beneficio es
aplicable, sin modificaciones, a la política del medio ambiente. A discutir esta hipótesis se
dirige este artículo.
Una taxonomía de la polución
Estableceremos primeramente una clasificación dentro de la cual pueden distinguirse
ciertas características de la polución. Se mostrará también que estas características tienen
implicaciones para una política anticontaminante.
Con el fin de establecer una taxonomía utilizaremos el concepto de capacidad
asimilativa del medio ambiente. Éste es capaz de recibir residuos materiales en diversas
escalas, degradarlos y convertirlos así en alimentos que «mantienen» a los ocupantes de un
ecosistema. El proceso de conversión se efectúa para gran cantidad de residuos. Otros
desechos se transforman en no peligrosos para las especies, aunque no sean requeridos como
«inputs» en el ecosistema. A la capacidad de cualquier sistema para llevar a cabo estas
funciones le llamaremos capacidad asimilativa del mismo. Ésta dependerá del tamaño y
funcionamiento de las «poblaciones degradantes», como son, por ejemplo, las bacterias en
los sistema acuáticos. Veremos más adelante cómo pueden definirse importantes diferencias
entre contaminantes en cuanto que éstos tengan, o no, poblaciones degradantes que los
contrarresten. También puede ocurrir que el efecto de la polución sea capaz de destruir la
capacidad degradante del sistema. Algunos residuos no tienen contrapartida en las
poblaciones mencionadas, de modo que se acumulan. Otros sí la tienen, aunque su
naturaleza dependerá de la cantidad y calidad de los desechos relativa al tamaño de la
capacidad asimilativa. Estas correspondencias son investigadas brevemente a lo largo del
trabajo.
Inicialmente consideraremos la capacidad asimilativa sólo en un sentido estático. Es
decir, desarrollaremos una taxonomía que no tiene en cuenta que la asimilación en el medio
ambiente posee una dimensión temporal. Los residuos se emiten al medio ambiente que los
De la Economía Ambiental a la Economía Ecológica
degrada sin consideración del tiempo, al menos hasta que la capacidad del sistema quede en
sí misma perjudicada. En una sección posterior del artículo se tratarán las implicaciones
resultantes de dar a la capacidad asimilativa una dimensión dinámica. Esencialmente, se
comprobará que ello añade poco al resultado del análisis.
Añadimos el concepto de «efecto biológico» al de capacidad asimilativa.
Simplemente, observamos si algún contaminante genera o no cambios biológicos en los
organismos del medio receptor. Estos efectos pueden ser cambios en la salud humana,
mutación de especies, cambios en el metabolismo celular, etcétera. Un eminente biólogo,
Mallanby (1972), ha declarado que la política anticontaminante debería estar orientada
solamente por un criterio biológico: «Pienso que deberíamos intentar prevenir que cualquier
contaminante alcanzase el nivel donde cualquier reacción biológica puede ser demostrada…
incluso si esta reacción no es perjudicial». (Mellanby, 1972, p. 4; la cursiva es nuestra).
Nuestra taxonomía sobre la polución incorpora los efectos biológicos.
Por último, necesitamos el concepto de «efecto económico» de la polución. Lo
definiremos del modo convencional en términos de la existencia o no de un efecto externo
negativo (coste externo). Solamente necesitamos recordar que las externalidades se definen
con respecto a las funciones de utilidad de la persona que sufre las consecuencias, por lo que
cualquier medida física de la polución puede ser positiva sin que existan externalidades: si a
la gente no le importan las alteraciones biológicas en las especies (o en ellos mismos), no
habrá ningún efecto económico. Sin embargo, veremos que será necesario investigar las
consecuencias de aquellos contaminantes que no dañan la salud.